Quinta historia de desescalada

Darío y Mariana son un matrimonio feliz. Llevan ya diez años casados y tienen dos hijas, Raquel de 8 años y Marianita, la pequeña, de 6. La vida no los ha tratado mal. Viven de manera más o menos desahogada, aunque sin grandes lujos, en un buen barrio de Madrid, el barrio de Salamanca. En la calle Lagasca tienen su residencia. Un piso no muy grande que compraron de los herederos de la anterior propietaria, cuando ésta murió, casi con 100 años. El piso requería muchas reformas, pues no se le había hecho nada en los últimos 30 o 40 años, lo que hizo el precio asequible. Poco a poco, los nuevos propietarios lo fueron renovando; nada lujoso, pero sí muy acogedor. 
El Colegio de las niñas cae bastante cerca; un colegio religioso concertado, tan del gusto de muchos madrileños. No es que Darío y Mariana sean muy religiosos, pero la educación de este tipo de centros les inspira mucha confianza, las niñas se las ve a gusto allí y sus amiguitas de clase son todas buenas niñas. Los cuatro caminan juntos al colegio cada mañana, después de desayunar. Es una suerte que papá no tenga que madrugar para ir al trabajo, se dicen siempre las niñas. Les llena de orgullo ver que tanto su padre como su madre las acompañan al colegio sin ninguna prisa, mientras que la mayoría de los padres acuden en solitario y sueltan a sus hijos a toda prisa para poder llegar a tiempo al trabajo. 
Sí, es una suerte que Darío pueda acompañar tranquilamente a Mariana a dejar a sus hijas en el colegio. La propia Mariana también lo piensa cada día, según deja a su marido en la boca de metro para que éste vaya a su trabajo. Un trabajo no muy glamoroso pero que le permite a Darío sacar adelante a su familia sin necesidad de que Mariana tenga que trabajar también. Ésta le ha dicho varias veces que le da apuro ver la cantidad de horas que echa él; que, si ella encontrara algo, él podría a lo mejor trabajar un poco menos. Pero Darío siempre le dice que para la felicidad de las niñas es muy importante que al menos uno de los dos se pueda dedicar en exclusiva a ellas. Mientras con el sueldo de él les llegue, prefiere que Mariana viva tranquila, sin tener que preocuparse de buscar un empleo. Las niñas lo agradecerán el día de mañana. Darío siempre dice que Mariana y sus hijas son 'las tres mujeres de su vida', y que él es feliz manteniéndolas. 
Es cierto que el trabajo de Darío es bastante exigente. A pesar de no tener que estar allí pronto, lo que le permite disfrutar de su familia por la mañana, el caso es que le echa horas y horas. Trabaja en una planta de tratamiento de residuos, donde es uno de los directores de operaciones. Durante la semana, en la planta se trabaja en la recepción, clasificación y procesamiento de los residuos, con énfasis en los dos primeros procesos. El procesamiento en sí se hace sobre todo los fines de semana y días de fiesta, cuando no se recibe ni clasifica residuos. Al ser el procesamiento precisamente la parte de la que es responsable Darío, es necesario que éste acuda a la planta para supervisar las operaciones, como les insiste a sus niñas cada vez que le preguntan si no hay forma de que pase parte del fin de semana con ellas. 
Solo libra Darío, por lo tanto, un día entre semana, normalmente los miércoles. Ese día va siempre con su esposa a recoger a las niñas a la salida del cole. Como es la tarde que papá está en casa, todo es un poco diferente. De camino a casa, paran siempre a merendar los cuatro en su cafetería preferida. Después, papá ayuda a Raquel y Marianita con los deberes, y a continuación los cuatro ven una película juntos mientras cenan pizza, A Mariana le encanta ver la cara de felicidad de su familia mientras los unos disfrutan de la presencia y la compañía de los otros, Definitivamente, son una familia feliz. Mariana se siente enormemente dichosa. 
Como papá trabaja los fines de semana, Mariana hace lo posible porque las niñas no se aburran. Si ninguna de las dos tiene cumple en casa de alguna de sus amigas, las saca a pasear por Madrid, Madrid es una ciudad preciosa, y quiere que sus hijas sepan apreciarla. Les encanta ir al Palacio Real, la Plaza de Oriente, la Puerta del Sol... Pero su sitio favorito es la Plaza Mayor. A las niñas les encanta el gentío que hay por esa zona, la alegría que se respira. Sobre todo, les gustan los distintos artistas que hay en la plaza y sus aledaños. Los caricaturistas, los hombres estatua, ¿cómo hacen para quedarse inmóviles en esas posturas inverosímiles? Y las chuches que se venden en las tiendas cercanas a la plaza, enormes. Con una sola chuche, comen las tres. 
Al menos dos o tres veces al mes van a la Plaza Mayor. Mariana siempre se dice que para lo que disfrutan y lo barato que le sale, vale la pena ir por la zona siempre que sea posible. Y, si hay algo que las niñas no perdonan cada vez que van, es la visita al Payasete Nachete. Se sitúa siempre en la misma calle de acceso a la Plaza Mayor. El espectáculo que propone es muy simple: La cabeza de un payaso que asoma por un cochecito de niño, como si fuera un bebé, con un silbato en la boca, con el que imita el llanto y los gritos de un recién nacido. Cada vez que las niñas le dicen algo y el Payasete Nachete responde con su silbato, se mueren de risa, sobre todo la pequeña, Marianita. 
Lo mejor de todo es que vayan el día que vayan y sea la hora que sea, saben que el Payasete Nachete va a estar allí. Es como el oso y el madroño, o cualquier otro monumento de la ciudad. Es parte de ésta, pero parte viva. Las niñas a veces le preguntan a su madre que cómo puede estar alguien como el Payasete Nachete tantas horas ahí, en la calle. Siempre se dicen que debe ser muy pobre para tener que trabajar de eso. Pero su madre les dice que no hay que fiarse de las apariencias. Una vez leyó que alguna de las personas que piden dinero en los semáforos pueden llegar a ganar más de 2000 euros al mes trabajando unas horas al día. Imaginaos al Payasete Nachete, con la de horas que le echa y la cantidad de gente que pasa por delante de él. Este argumento reconforta a las niñas. 
A Mariana a veces se le hace duro que Darío no pueda pasar más tiempo con ella y las niñas. Algunos fines de semana quedan con Luis, amigo de toda la vida de Darío, su mujer, Ana, y su hijo, Alejandro. Alejandro se lleva muy bien con Raquel y Marianita, así que o ellos vienen a su casa o ellas van a la de ellos, y los tres disfrutan mucho jugando. A Mariana le da un poco de envidia sana cuando ve a los padres de Alejandro juntos, pudiendo disfrutar el uno del otro durante el fin de semana. Pero nunca se queja, Darío es un buen hombre, las quiere, y las hace felices. 
De lo que más a menudo se queja Mariana es de que su marido no pueda casi cogerse vacaciones. El procesamiento de residuos no puede esperar y él tiene que estar ahí, les recuerda. Las vacaciones anuales de Darío básicamente se reducen a dos semanas en el mes de agosto. Ahí sí que Mariana y las niñas pueden disfrutar a tope del padre de familia.  Siempre pasan esas dos semanas en el pueblo, donde Mariana tiene la casa en la que vivieron sus padres. Son unas vacaciones sin aspavientos, sin grandes aventuras, pero las niñas tienen muchos amiguitos allí y la piscina municipal está de lujo. Esas dos semanas son siempre como un sueño para Mariana y las niñas. Darío es más reservado, esconde más sus sentimientos, pero Mariana puede observar la felicidad que lo inunda mientras disfruta de la vida en familia sin interrupciones, por una vez al año. 
A las siete de la tarde de un domingo de mediados de septiembre, Mariana, Raquel y Marianita pasean por el centro de Madrid, camino de la Plaza Mayor, mientras Darío trabaja en la planta de procesamiento. A eso de las nueve o nueve y pico estarán de vuelta en casa, al mismo tiempo más o menos que Darío. En el lugar habitual, ven al Payasete Nachete, haciendo sus tonterías habituales. Éste ya las conoce muy bien, de tanto visitarlo. Cuando las ve llegar, toca el silbato desaforadamente, expresando su alegría. Pasan un par de minutos riéndose con él y prosiguen su camino hacia la plaza. El Payasete Nachete, viéndolas alejarse, deja escapar una lágrima, como cada vez que, sin ellas ser conscientes de ello, lo visitan 'las tres mujeres de su vida'.

Comments

  1. Curiosa y enriquecedora esta vida de familia, a la que se ve compenetrada ante el desajuste horario a que se ven sometidos. Y seguro que hay muchas otras familias que sacrifican otros aspectos de la vida por vivir "en familia y con su familia"

    ReplyDelete

Post a Comment

Popular posts from this blog

Séptima y última de desescalada

Día 47

Día 1