Día 71

'Creía que no me lo ibas a pedir nunca'. Eso le dijo Gloria a Santi cuando éste por fin se decidió a pedirle una cita. Gloria, doctoranda de la Universidad de Harvard y profesora visitante en la Universidad Complutense de Madrid, llevaba varios meses cortejando a Santi, su charcutero del mercado de Antón Martín. Sí, su charcutero. ¿Qué pasa? ¿Que una, por trabajar en un ámbito académico, no se puede sentir atraída por alguien que trabaja en un mercado? No podía llegar en mejor momento la propuesta de Santi. Gloria estaba a punto de tirar la toalla. A veces se decía: Si se lo estoy poniendo clarísimo; si no se lanza es que en realidad no le intereso. Pero es que me mira con esos ojitos...’. 
Una cita con Santi, por fin. Gloria creía que nunca llegaría ese momento. Al día siguiente, en la universidad, no pudo reprimir las ganas de contárselo a Jaime, uno de sus mejores amigos del departamento y a quien había ido manteniendo al tanto de sus evoluciones en el flirteo con Santi. Por fin podía traerle buenas noticias. Era sólo una cita, no se sabía que saldría de allí. Pero el hecho de que él se hubiera decidido, por fin, ya marcaba un antes y un después. Por supuesto que Jaime sería el primero en saber qué tal había ido la cita. Estaba realmente ilusionada. 
A las diez de la noche de ese mismo día, Gloria y Santi se encontrarían en un bar de tapas de La Latina. Justo el tiempo para Santi de salir del trabajo, ir a su casa, darse una ducha, arreglarse e ir a su cita con Gloria. Ésta se dijo que la cosa no podía comenzar mejor, pues La Latina era una de sus zonas preferidas para salir de marcha por Madrid. No es que estuviera pensando en que esa noche fuera a ser de mucha marcha, en concreto. Probablemente, no sería más que una agradable cena y una plácida conversación, para conocerse un poco más. Pero el lugar era perfecto para ella. 
Realmente casi cualquier lugar de Madrid habría sido perfecto para Gloria. Era una enamorada de la ciudad, como lo era de toda España. Estadounidense, de padres de origen mexicano, hacía tres años que había llegado a la capital de España, a través de un programa de intercambio entre Harvard y la Complutense, que, en principio, había de durar sólo un año. Pero todo se puso de su lado. Primero se abrió la posibilidad de renovar el intercambio, luego pudo engancharse a una plaza de asociado, y ahí seguía ella. En su amado Madrid. Y, esa noche, además, con planazo. 
En la puerta del bar donde habían quedado, Gloria esperaba a su cita. Había llegado diez minutos antes de la hora acordada. Estaba nerviosa. ¿Tardaría mucho en llegar su beau? Un par de minutos antes de las diez, lo vio aparecer. Según se iba acercando, observó algo que la sorprendió. Nunca lo había visto fuera del puesto de charcutería. En los mercados, suele existir un desnivel entre ambos lados del mostrador, lo que hace que los dependientes se encuentren a una mayor altura que sus clientes. Gloria nunca se había parado a pensar en esto. Lo veía ahí arriba, tan mono él. Para ella, era un chico guapo y simpático. No se había cuestionado si sería lo suficientemente alto para ella, quien, por encima de 1'70, era alta para una chica, sobre todo en un país como España. 
No era muy alto, no. De hecho, Gloria le sacaba casi media cabeza. Ambos se quedaron un poco desconcertados al principio; como si ninguno de los dos hubiera contado con ese factor y no supiera muy bien como negociarlo. Pero Gloria siempre se había dicho que lo que le importaban de los hombres no era tanto el exterior como el interior. Era algo que le habían inculcado desde pequeñita y de lo que estaba muy orgullosa. Aunque Santi fuera más pequeño de lo que ella pensaba, seguía siendo su beau. 
Tuvieron una primera cita de lo más agradable. Las sensaciones que Gloria había ido acumulando a través de los meses previos, se confirmaron. Realmente existía una conexión entre ambos. A esta cita le siguieron otras muchas, y, muy pronto, empezaron a salir. En unas pocas semanas, era como si hubieran estado saliendo toda su vida. Los numerosos amigos de cada uno de ellos se convirtieron también en amigos del otro, lo que ayudó a consolidar la relación. La pareja funcionaba tanto a solas como socialmente. Garantía de éxito. 
Entre los efectos más sorprendentes de esta improbable relación, destacaba el que tuvo sobre la salud de Santi. Cuando se conocieron, Santi era un joven que había padecido, y seguía padeciendo, serios problemas físicos, relacionados sobre todo con sus pulmones. Había estado muy cerca de irse al otro barrio en más de una ocasión. Y la cosa no pintaba del todo bien; habían pasado los años, y su salud se mantenía en un estado de fragilidad preocupante. Fue, sin embargo, empezar a salir con Gloria, y sus achaques físicos quedaron atrás. Dicen que el encontrar la felicidad puede cambiar por completo una persona. En el caso de Santi, se podría hablar casi de milagro. Era un alma nueva en un cuerpo nuevo. 
Nueve meses después de empezar a salir, tomaron una decisión importante. Santi no estaba contento con su vida de charcutero. Eran ya muchos años levantándose muy prontoechándole horas y horas, y todo para una labor que no le resultaba especialmente gratificante. Se irían a vivir a Estados Unidos. Allí, Gloria podría seguir con su carrera académica, y Santi tendría muchas más oportunidades de comenzar una nueva carrera, en lo que él quisiera. España era un gran país, pero Estados Unidos siempre había sido la tierra de las oportunidades. Dicho y hecho; unos meses después, Gloria se adelantaba en su regreso a su país, para ir preparando el terreno. Santi la seguiría unos meses después, tras haberse desprendido de la casa y el coche que tenía en Madrid. Se disponía a vivir el sueño americano, y nada menos que en compañía de su querida Gloria. 
A las ocho de la mañana, sonó el despertador. Gloria se despertó sobresaltada. ¡Qué sueño acababa de tener! Había visto lo que podría ser la vida perfecta para ella; al lado de Santi, su querido charcutero. Había sido tan real el sueño... Como si lo hubiera vivido de verdad. Se sentía decepcionada, casi enfadada. Había sido todo tan bonito... y ahora resultaba que no era verdad. Si quería que algo de eso pudiera pasar, tendría que seguir yendo a ver a Santi con la excusa de hacer la compra en su puesto. Y la realidad era que estaba ya muy desilusionada. Su cortejo no llevaba ninguna parte. El único lugar donde podía llegar a buen puerto eran sus sueños. Una hora y media después, se encontraba en el mercado de Antón Martín, en la charcutería de Santi. Tras atenderla amablemente, como siempre, e intercambiar unas palabras agradables, él le preguntó: '¿Te apetece quedar a tomar algo cuando salga de trabajar esta tarde?', a lo que Gloria, con una sonrisa de oreja a oreja, respondió: 'Creía que no me lo ibas a pedir nunca'.

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