Día 64

Con un cigarrillo en la mano y tirado en el sofá, Julio lee con avidez una colección de cuentos de Cortázar. Es un enamorado de la literatura hispanoamericana, sobre todo del cuento, que se ajusta perfectamente a la mentalidad cortoplacista de los Millennials. Y, de entre los cuentistas, Cortázar es probablemente su favorito. En estos momentos está leyendo Apocalipsis de Solentiname, obra en la que Cortázar, haciendo gala de su maestría en la creación de una doble realidad, nos cuenta la historia de un personaje que, de viaje en Nicaragua, hace unas fotos preciosas de un idílico Solentiname y, al regresar a París y revelar las fotos, no encuentra en ellas las escenas y momentos tan bonitos vividos si no imágenes de las matanzas que en ese mismo sitio se habían producido unos años antes. 
Un cuento increíble, piensa Julio, a quien toda la colección de Alguien Anda por A le está pareciendo increíblemente buena. Pero ya está bien de leer por hoy. Son las siete de la tarde y tiene que preparar la casa para la fiesta. A Julio le gusta tanto la juerga como la lectura y hoy, aprovechando que no están sus padres, va a hacer una fiesta con sus amigos. Espera a unas veinte personas, y tiene que reordenar los muebles del salón para dejar espacio, así como asignar un área donde colocar las bebidas y las guarrerías que traigan de picar. 
Antes de hacer todo esto, ha de encargarse de lo más importante, sin lo cual no hay fiesta que valga. Y es que sus padres, que se encuentran pasando el fin de semana en casa de unos amigos, en la montaña, le han prohibido expresamente que traiga gente a casa mientras ellos no están. Sabedores de que la obediencia no es la principal virtud de Julio, le han pedido que les envíe fotos de la casa a las doce de la noche, para demostrarles que todo está en orden. Total, a él no le cuesta ningún trabajo; va a quedarse estudiando hasta tarde, porque la semana que viene tiene exámenes finales en la universidad. 
Resulta, sin embargo, que Julio tiene un plan para salirse con la suya. Va a hacer las fotos antes de la fiesta y las enviará a medianoche, como le han pedido sus padres. Para que no se note el subterfugio, lo primero que va a hacer es cambiarle la hora a su teléfono móvil, adelantándolo cinco horas, de modo que en las fotos aparezca que se han tomado a las doce de la noche. De esta manera, sus padres estarán tranquilos; y, si le llaman, como es posible que hagan, les dirá mañana que tenía el móvil apagado para que nadie le molestara mientras estudiaba. 
En unos pocos minutos, Julio ha manipulado el teléfono y ha tomado seis o siete fotos de diversas partes de la casa, sobre todo del salón, asegurándose de bajar las persianas y encender las luces, como si fuera noche cerrada. Tras ello, vuelve a poner el móvil en hora, y se entrega a la labor de reordenación del mobiliario en el salón de su casa. En un par de horas empezará a llegar la gente, y tiene que darle tiempo a prepararlo todo y arreglarsePara que su plan surta efecto, es importante que no cometa el error de olvidarse de enviar las fotos a medianoche. Probablemente, a esa hora ya esté más que alegre y quién sabe si algo más. Para evitar olvidos fatídicos, decide poner la alarma del móvil a esa hora. Además, les dirá a sus mejores amigos que le recuerden que tiene que enviar las fotos. 
No ha quedado nada mal el salón. Julio mira con orgullo el resultado de sus labores logísticas. A continuación, se mete en el baño para darse una larga ducha, afeitarse y acicalarse. Esta noche viene Elena, esa chica de la facultad que tanto le gusta y a la que tanto le ha costado convencer de que venga a la fiesta. Además, traerá dos o tres amigas, con lo que el contingente de mujeres disponibles estará cubierto. Luego no podrán decirle sus amigos que no ha pensado en ellos. Va a ser, sin duda, una gran fiesta. 
Tocan al timbre; llegan los primeros invitados. Son sus tres mejores amigos, Juan y los dos Emilios, a los que conoce desde la secundaria. Cómo os he dicho que va a haber chicas, bien que os habéis dado prisa para ser los primeros ¿eh? Pues vais a tener que esperar un poquito porque aún no ha llegado nadie. Podéis ir dejando las bebidas en esa mesa que he puesto ahí'. Vuelve a sonar el timbre. esta vez son Antonio, amigo del barrio, y su novia, la qué Julio no conocía. Sin darle tiempo a cerrar la puerta, aparecen Elena y sus tres amigas, Ruth, Elisa y Nerea. Todo el mundo se presenta y, poco a poco, la fiesta empieza a coger ritmo. 
En poco más de una hora, ya está todo el mundo allí. Entre todos, han traído bastante bebida y, como ya se imaginaba Julio, uno de los Emilios ha traído algo más que bebida. Y no es el único; en los sofás se ve gente con porros en la mano, y en el baño entra y sale gente con una frecuencia sospechosa. Pero a Julio le da igual. Sabe que en cualquier fiesta hay droga. así que, aunque no sea un habitual consumidor, no será él quien le diga a los demás lo que tienen que hacer. Mientras le respeten los muebles, todo va bien. Además, está encantado de que haya venido Elena, y se deshace en atenciones hacia ella para que disfrute de la fiesta. Y, por si fuera poco, parece que los amigos de él y las amigas de ella también han congeniado. 
No hace falta al final que le recuerde nadie lo de las fotos. A las 12:05, para no ser sospechosamente puntual, envía las fotos que ha hecho hace unas horas, no sin antes volver a mirarlas con la satisfacción de quien ha urdido un plan maestro. Por supuesto, le ha faltado tiempo para enseñárselas a Elena y a sus amigas y explicarles su trama. Las ha dejado impresionadas. Seguro que ha ganado muchos puntos a los ojos de Elena. Esta noche va a ser el comienzo de algo muy bonito, seguro. 
A los pocos segundos de enviar las fotos, éstas llegan al móvil de su madre. Julio se recrea pensando en las imágenes que estarán viendo ahora mismo sus padres; nada que ver con el espectáculo dantesco que se puede apreciar en el salón. Seguro que, tras ver las fotos, se dirán que por qué no tienen más confianza en su hijo. Nos ha dicho que se iba a quedar en casa a estudiar y míralo; hasta se ha acordado de hacer lo que le pedimosEsto, sin embargo, no es más que un producto de la imaginación de Julio. Imaginación, eso sí, basada en la lógica y en los hechos reales tal y como él los ha vivido. Poco puede imaginar que lo que han visto sus padres en su móvil no tiene nada que ver con lo que les ha enviado. Escandalizados, observan instantáneas del salón de su casa, totalmente desordenado y lleno de gente fumando bebiendo y bailando. La sombra de Cortázar es alargada.

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