Día 61

Cuarenta y cinco minutos para el aterrizaje. El avión en el que vuelan Mauro y Carla está a punto de llegar a su destino, Melbourne. Un par de días visitando la ciudad y luego cogerán un coche de alquiler para desplazarse hasta Sídney. Después de pasar unos días allí, tomarán un avión para volar hasta Cairns y visitar la zona tropical del noreste del país. Esos son los planes de este viaje que tanta ilusión le hace a Carla, y al que ha accedido Mauro para complacerla, a pesar del miedo que le da la fauna australiana. 
Uno tras otro, Mauro ha estado evaluando en los últimos meses los peligros que suponen los distintos animales mortíferos que se encuentran en Australia. De pequeño, leyó y releyó un libro que le regalaron sus padres sobre animales australianos. Quedó fascinado por ellos, pero también sumamente intimidado por lo mortíferas que resultaban ser una gran cantidad de las bestias de las antípodas. Así que accedió ir a este viaje por el continente australiano con la condición de que Carla le asegurara que no iban a ir a ningún sitio donde pudieran encontrarse con alguno de estos animales. 
A los que más miedo tiene es a los cocodrilos. Ha escuchado historias de terror sobre cuerpos que han aparecido mutilados, triturados por las fauces de estos monstruos venidos de la época de los dinosaurios. Nunca se ha sentido capaz de ver las películas de Cocodrilo Dundee. Cada vez que las echan por la televisión, tiene que cambiar de canal. Y le causa bastante aprehensión el hecho de que en la zona tropical del noreste haya bastantes cocodrilos. Le ha hecho prometer a Carla que no harán ninguna excursión por su cuenta y riesgo, y que, cuando estén en esa zona, siempre irán con el grupo al que guiará un experto en la jungla australiana. 
Resultan también sumamente peligrosos los potenciales encuentros con las arañas tela de embudo, típicas de la zona de Sídney, donde van a pasar unos días. Mauro ha leído que estas son las arañas más venenosas del mundo. Te pueden matar en cuestión de minutos. Y lo peor de todo es que se pueden encontrar dentro de la propia ciudad, escondidas detrás de cualquier piedra en un jardín. Ante la eventualidad de encontrarse en la cercanía de una de estas arañas, Mauro a previsto calzar botas altas. En esa parte del país es invierno durante su visita, así que el calzado será de lo más apropiado. 
Está muy claro también para Mauro que otra cosa que no va a hacer es bañarse en la playa. En las playas australianas abunda el animal más mortífero del mundo, las avispas marinas, un tipo de medusa que te roza y te mata al instante. Ha leído horripilantes narraciones de encuentros con estos monstruos venidos de lo más profundo del piélago. por no hablar de los tiburones, que cada año se atiborran de surfistas, turistas y todo el que se le ponga por delante. Definitivamente, Mauro está haciendo un gran esfuerzo viniendo a Australia para complacer a Carla. Espera que ella sepa apreciarlo. 
No todos los animales son igual de horribles en Australia, sin embargo. Y es en realidad el motivo por el que Mauro ha accedido a acompañar a Carla. Está deseando poder ver canguros y wallabies. En España has visto algunos en cautividad, en una especie de reserva por la zona de Benicarló, en la costa mediterránea. Pero ha leído que en Bondi Beach, que se encuentra en el camino que van a recorrer desde Melbourne a Sídney, es posible juntarse con canguros en libertad que bajan a la playa al atardecer. Sí, los canguros compensan con creces la perfidia de los animales antes mencionados. Solo por los canguros, piensa Mauro, vale la pena una visita a Australia. 
Tras los dos días en Melbourne, Carla y Mauro se encuentran ya conduciendo de camino a Bondi Beach. En algo más de ocho horas, llegarán a su destino. Un destino que a Carla en realidad le da igual; a ella le interesa más la visita a las ciudades, como Melbourne, y, sobre todo y por supuesto, Sídney. Y está también deseando conocer la selva tropical australiana. La parada en Bondi Beach es su pequeño regalo a su marido, quien conduce, bastante estresado, el vehículo que han alquilado al lado del hotel. Y es que es la primera vez que Mauro conduce un coche con el volante en el lado derecho y, lo que es peor, tiene que circular por el carril izquierdo. 
En cuanto llegan a Bondi Beach, se dirigen a un restaurante local y dan buena cuenta de una suculenta cena a base de mariscos locales, una de las especialidades de la zona. Mientras cenan, hacen tiempo para que se ponga el sol y poder dirigirse a la playa a ver a sus canguritos. A eso de las ocho, dan por concluida la cena, y, tras preguntar por el camino que les lleve a ver los canguros, parten a su encuentro. Después de lo estresante del viaje por carretera, Mauro está ilusionado como un niño ante la inminente reunión con los marsupiales. 
Nada más llegar a la playa, momento en el que empieza a hacer penumbra, divisan a los primeros canguros. Es increíble, no se asustan de los humanos. Está claro que están muy acostumbrados al contacto con las personas. Mauro se acerca y los acaricia, como si fueran mascotas, grandes mascotas; se queda impresionado por su tamaño. Los que ha visto en la costa española son bastante más pequeños que éstos. La verdad es que son de una belleza singular. Mauro está encantado. 
A Carla le pide constantemente que le haga fotos con los canguros. Ésta obedece entre solícita y aburrida. Aunque reconoce que es un espectáculo bonito, y le gusta ver a su marido tan ilusionado. El momento álgido del anochecer viene cuando una mamá canguro se acerca a Mauro con su bebé metido en el marsupio. Esta va a ser para Mauro la foto de las vacaciones. Bueno, las fotos, porque le pide a Carla que tire bastantes. Además, acaba de tener una gran ocurrencia. Se va a hacer una foto con el bebé canguro en brazos. Para ello, ni corto ni perezoso, gira su cuerpo, estirando los brazos para sacar al bebé de la bolsa. La mamá canguro, al sentir a su cría amenazada, reacciona en defensa de ésta, propinándole a Mauro una violenta patada con sus musculosas piernas traseras que lo envía volando a varios metros de distancia. Mauro muere en el acto por aplastamiento de la caja torácica. Tenía razón, la fauna australiana es la más peligrosa del mundo.

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