Día 60

Casi un millón de euros al décimo. Eso es lo que le ha tocado al bueno de Eduardo en la lotería. Toda una vida abonado al mismo número y, tras alguna pedrea menor hace ya algún tiempo, por fin le ha tocado el gordo. Va a poder callar muchas bocas. Para empezar, las de sus familiares, sobre todo su hermano Carlos, quien se ha pasado la vida echándole en cara que se gastara el poco dinero que tenía en la lotería. ¡Todo el dinero que tenía!, pero si solamente se ha estado jugando un décimo a la semana. Ahora se lo va a poder restregar bien. 
Un grupo de gente que también lo ha tenido frito siempre con lo de la lotería son sus amigos. Bueno, sus pocos amigos, quienes continuamente se han venido riendo de su mala suerte en la lotería. Eduardito ¿por qué no cambias ya de número, si ese nunca toca? ¿Por qué no juegas a la primitiva, o a los ciegos, que con la Lotería Nacional no te comes un rosco? Que a los pobres nunca os toca ¿cuándo te vas a enterar de eso? 
A ver, les ha respondido siempre Eduardo, es verdad que soy pobre; es verdad que tengo poco dinero, pero ¿qué culpa tengo yo si siempre estoy en paro, si no me duran los trabajos? ¿Qué problema hay con que me gaste unos euros en la lotería cada semana? Además, yo me gasto el dinero en lo que me da la real gana. Y nadie tiene que decirme cómo he de vivirAsí se ha pasado la vida Eduardo, defendiéndose de todos los que le tiran puyas, o directamente le atacan de manera frontal, como su hermano. 
Reclinado sobre su pierna izquierda, el hombro del mismo lado apoyado en una pared de su pequeña sala de estar, Eduardo contempla el billete de lotería. 20719, su número de la suerte; sabía que no le iba a abandonar, que un día lo haría millonario, como finalmente ha sucedido. Qué sabrán los demás, pobres ignorantes. ¿Cómo reaccionarán cuando les informe de lo que ha sucedido? ¿Quiénes eran ahora los pobres desgraciados? Ah, el día que su hermano Carlos le pida dinero; ese será un gran día. 
En realidad, antes de que su hermano Carlos le pida dinero, Eduardo tendrá que devolverle todo el dinero que le debe, cerca de 5000 euros. No le gusta pedir dinero a nadie, pero cuando las circunstancias aprietan, no hay más remedio. Y para eso está la familia; bueno la familia y los amigos, que a Federico y a Raúl también les debe un pico. Pero éstos siempre se lo han dejado sin hacerle sentirse avergonzado por ello, al contrario que Carlos. 
No deberá dinero a nadie y todavía le seguirá quedando prácticamente la totalidad de lo que le ha tocado. Podrá incluso plantearse el comprarse un piso en propiedad y salir del cuchitril que alquila por 500 euros al mes. Aunque la verdad es que el ser inquilino tiene tantas ventajas... No hay que ir a reuniones de vecinos, no hay que preocuparse por derramas, impuestos sobre bienes inmuebles, etcétera. Bueno, ahora le sobrará dinero para todo tipo de impuestos, pero la verdad es que como inquilino se vive muy bien. Sí, seguirá siendo inquilino, aunque se buscará un sitio mucho mejor. 
Tampoco, en realidad, es que necesite un sitio mucho más grande. Total, solo para él. Y ya conoce a los vecinos, todos gente maja, sin un duro, como él¿Cómo reaccionarán cuando sepan que el paupérrimo de Eduardo ahora está forrado? Casi que será mejor no decirles nada. Aunque seguro que se enteran a través de alguien. Y, entonces, igual hasta empiezan a mirarlo mal. Porque, esa es otra, ¿guarda todo el dinero en el banco? ¿Guarda algo en su casa? No, en casa no. Sería demasiado inseguro. Alguien se enteraría quizá trataría de robar parte de ese dinero que tantos billetes de lotería le ha costado ganar. 
Eduardo decide salir a dar una vuelta, para aclararse las ideas. Tiene que pensar qué hacer en su futuro más inmediato. Ahora es una persona totalmente distinta. Eso, la verdad, lo estresa un poco. Por ejemplo, su impulso más natural ahora mismo sería irse a un bar y pillarse un buen pedo, para celebrarlo. Pero es que eso precisamente le da mucho miedo. Esa inclinación a tomar unas copas de más en cuanto siente algo de dinero en el bolsillo. ¿Y si por culpa del dinero se convierte en un alcohólico? Un poco borrachín, ya es, pero claro, beberse casi un millón de euros podría ser muy fuerte. 
No se siente cómodo mientras camina por la calle; tiene la sensación de que todo el mundo lo mira. Tú eres el que se ha llevado casi un millón de euros y no le dices nada a nadie; menudo tacaño; seguro que no piensas compartirlo con nadie. Todas estas ideas le vienen a la cabeza a Eduardo mientras camina General Ricardos abajo, en dirección al Manzanares. Caminando por la zona del río siempre se le ocurren buenas ideas. Y ahora las necesita. Seguro que se le ocurre qué hacer con su nueva vida de millonario. 
A su cabeza le viene el recuerdo de una historia que ha escuchado una vez. Aquel hombre - en Estados Unidos, cree recordar - que heredó una gran fortuna y, no estando acostumbrado a tener tanto dinero, se acabó volviendo loco a causa de los problemas que le acarreó su nueva situación. Los problemas de los ricos son muy distintos de los problemas de los pobres. El recuerdo de esto perturba especialmente a Eduardo, quien, mientras cruza el río por el puente de Toledo, sigue mirando su billete. De repente, no se sabe muy bien qué ha pasado, si ha sido una ráfaga de viento, un movimiento involuntario del propio Eduardo, el caso es que el billete vuela de sus manos y, haciendo piruetas de bailarín por el aire, termina navegando por las aguas del río Manzanares. Eduardo seguirá siendo felizmente pobre.

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