Día 54

Cinco kilómetros para el final de la maratón. Más de 2 horas corriendo, y el final está ya cercano. Gregorio trata de reunir las pocas fuerzas que le quedan para lanzar la última embestida que lo lleve a la gloria. Meses y meses entrenándose para esta carrera, la más importante de su vida. Ha salido a ganar y, si las fuerzas no le fallan, todavía puede conseguirlo. Corre con el grupo de escapados, una quincena, entre los que se jugarán las medallas. 
Un día, hace aproximadamente año y medio, tomó la decisión más importante de su vida, al menos de su vida como atleta. Correría una Maratón Internacional, compitiendo codo con codo con etíopes, keniatas, y corredores provenientes de los países con más solera en las carreras de resistencia. Y no iba simplemente a participar. Si hacía el esfuerzo de prepararse para la prueba, era para competir de verdad, y optar a algo muy grande. Después de eso podría sentirse como un atleta de verdad. 
Ahora está en el grupo de cabeza, en la pomada. Se ha preparado muy bien para una situación como ésta. Ha tenido mucho cuidado de dejar una reserva de energía para los últimos kilómetros. Con un poco de suerte, será capaz no solo de aguantar el ritmo de sus contrincantes sino de hacer un demarraje que los deje secos. Pero prefiere esperar un poco más. De momento, simplemente aguantar los acelerones ajenos, y, a falta de 1 ó 2 km, soltar el hachazo definitivo. 
Resoplando, Gregorio mira izquierda y derecha. Sobre todo, es importante no dejarse comer terreno, que nadie le impida ir en línea recta. Aquí hay mucha gente con experiencia y, en cuanto te descuidas, te la juegan. Que lo ganen por potencia, por velocidad, pero no por pardillo. A Gregorio Martínez López, toledano de pura cepa, tendrán que echarlo del circuito a codazos o de una zancadilla, pero no porque no se haya estudiado hasta el más mínimo detalle de estrategia. 
En el pelotón de Gregorio – cosa rara, un grupo tan compacto, a estas alturas de carrera – van unos cuantos corredores subsaharianos. Malditos etíopes y keniatas, piensa Gregorio. No tenían que permitirles correr descalzos. Eso les da ventaja competitiva de manera poco ética. ¿No hay que llevar una equipación determinada para correr? Pues las zapatillas son también parte de esequipación. Si no saben correr con zapatillas, que se queden en su casa, pero que no vengan a dar por saco a los demás. 
No quedan ya más que 3 km. Las fuerzas que ha reservado Gregorio para este tramo final empiezan a no estar tan claras. Pensaba que iba a llegar mejor. Pero en estos tres últimos kilómetros tiene bien claro que no va a tirar la toalla. Hay que darlo todo. Por su familia, por Toledo, por España. Es el único español en el grupo de cabeza, y tiene que demostrar cómo nos las gastamos en la piel de toro. Toca apretar los dientes ajustarse los machos. 
También van en el grupo de escapada algunos corredores blancos, muy enjutos, de pelo claro. Puede distinguir un polaco, un holandés, probablemente un letón, o lituano. Los países bálticos, tan pequeños y siempre dando deportistas de élite. Cierto que el atletismo no es como el baloncesto, donde los lituanos son la pera, pero siempre hay alguno de aquellas latitudes metido en la pomada de las competiciones de atletismo. Habrá que estar vigilante con ellos, 
En 2 km, la meta. No se ve con fuerzas para atacar en este momento. La clave es dejarse llevar por el grupo y dar hasta el último aliento en el kilómetro final. Seguro, además, que el resto de corredores van igual de justos que él. Es difícil decir con los africanos, pues ponen cara de sufrimiento ya desde el principio. Pero seguro que ellos y los demás van al límite. la preparación de Gregorio ha sido exhaustivaNo hay forma humana de que ninguno de estos se haya preparado mejor que yo. 
No falta tampoco el mexicano de turno, y otro con pinta también de centroamericano, no sabe si de Honduras, o de dóndeTienen los cuerpos muy parecidos a los de los africanos, solo que bastante más pequeños y algo más claros. Y este calor. Gregorio ha entrenado bajo el sol abrasador de la estepa castellana en verano, pero este calor está empezando a hacérsele insoportable. ¿cuántos litros de agua habrá bebido ya? ¿5? ¿10? ¿20? Quién sabe. Lo que daría por una piscina ahora mismo. Sí, en cuanto llegue al hotel, se tira de cabeza a la piscina. 
Al fin se divisa la línea de meta. No deben quedar más de 200 metros. Y ese africano descalzo que ataca, y le responden los dos centroamericanos y uno de los blancos. Gregorio aprieta los dientes; hay que darlo todo, todo. Aguanta el empellón. Se han quedado seis al sprint; últimos metros; ya nada puede detenerlo. Nada ni nadie. Ni africanos, ni centroamericanos, ni eslavos, ni nadie. Esa línea la va a cruzar el primero él, paisano de Federico Martín Bahamontes, el águila de Toledo... ya no sabe quién va delante, detrás, o a sus lados. La línea de meta se desvanece en una brillante nebulosa. El cielo no puede esperar.

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