Día 50 (homenaje a 1104)
Como tantos fines de semana, 1104 albergaba una fiesta. A la misma estaba invitado lo más granado de la cutrería local. La nevera era una orgía cervecera, las latas amenazando reventar las paredes del pobre electrodoméstico. Los habitantes del ya mítico piso ejercían como tantas veces de anfitriones, no dejando salir de allí a nadie que no lo hiciera a cuatro patas o dándose bandazos contra las paredes del pasillo. Las fiestas en 1104 Spruce Street eran así.
Unían sus fuerzas para seguir haciendo leyenda los cinco inquilinos de la casa, León, Lázaro, Javier, José y la única chica, Bego. Con ellos se encontraban en la fiesta tres imprescindibles de la comunidad milcientocuatrera: Laura, novia de Javier, que vivía en España pero venía a Filadelfia siempre que su calendario se lo permitía; Reinaldo, compañero de la universidad, aunque de distinta facultad; y Jeremías, el alma de cualquier fiesta, siempre dispuesto a transgredir los límites de lo aceptable. Bueno, en eso coincidían todos, pero Jeremías más.
A eso de la medianoche, cuando la fiesta estaba en lo más álgido, se podía ver a Javier tirado en un sofá, con un whisky en una mano y un porro en la otra, hablando con los invitados y soltando risotadas. Entre sus compañeros de fumeteo se encontraban dos puertorriqueños, Kevin, cocinero en un restaurante de la ciudad, y Genaro, aeromozo de una aerolínea local.
Resultaba el motivo de las risotadas de Javier y compañía el baile descontrolado de León, Reinaldo y Jeremías, este último, como siempre aportando dosis de lascivia sin fin. 'Ven aquí, que te como', le decía a todo el que pasaba por su lado. Alguno que otro no sabía cómo tomárselo, pero al final todo el mundo se entregaba a la diversión y el descontrol. León y Reinaldo se partían de risa con las ocurrencias de Jeremías.
En un rincón de la sala, Lázaro hablaba de música con algunos de los invitados, muchos de ellos miembros de bandas indies de la zona. Con frecuencia, cada vez que salía el nombre de alguno de sus grupos favoritos, se le oía espetar: 'se sale, tío, se sale'. Su gran ilusión era comprar mogollonazo de vinilos para venderlos luego en España y poder retirarse. Esperaba tener más éxito que el día que propuso a sus compañeros comprar mogollonazo de tokens del tren para no tener que volver a comprar nunca más.
No podían imaginar los asistentes a la fiesta que, cada vez que Lázaro acudía a la cocina, no era para coger otra bebida, sino para darle un mordisco al bocadillo de lechuga que escondida dentro de un mueble ¿qué dirían si lo vieran? Entretanto, Bego daba buena cuenta de su tercer vodka & sprite, intentando empaparse de la atmósfera de la fiesta para encontrar la inspiración que la llevara a componer un tema musical. Sentía que en cualquier momento iba a aterrizar; su expresión era un puro popema.
Tras ella, Laura saltaba descontrolada al ritmo de las Grecas y se unía a León, Reinaldo y Jeremías en bailongo frenesí. Intentaba provocar a Jeremías para que hiciera alguna de las suyas y éste, de vez en cuando, la miraba haciendo una V con sus dedos sobre los labios y decía 'la cucaaaaa'. Cada vez que Jeremías hacía eso, Laura, León y Reinaldo se partían de risa. Algunos de los que les rodeaban los miraban con incredulidad
'Está regia la fiesta', le dijo Reinaldo a Javier cuando éste le preguntó qué tal se lo estaba pasando. 'Así me gusta' le respondió Javier, 'que no me haga reclamos'. 'Reinaldo, hazte unos Pisco sours', le gritó León, acercándose hacia ellos. 'Muy rico', dijo Javier, 'pisco sours; me apunto'. Los tres se dirigieron a la cocina, esquivando los cuerpos de algunos que ya habían caído por coma etílico. 'Venga, Reinaldesa, prepara esos pisco sours', dijo León una vez llegados a la cocina.
No salieron los pisco sours de la cocina. Según los iba preparando Reinaldo, daban buena cuenta de ellos Javier, León, José, quien también andaba por allí, y Laura y Bego que acudieron como a un panal de rica miel. Entre pisco sour y pisco sour, José tomaba nota mental de todo lo que allí pasaba. Alguien tendría que ser un día cronista de los acontecimientos.
A las 3 de la mañana, apareció la policía. Algún vecino desaprensivo se había quejado del ruido. Javier propuso: 'vámonos a Dirty Franks a tomar un Dewards on the rocks'. Lázaro dijo 'no, por favor; ¡es que me encuentro maaaaaal!' al final, sin embargo, consiguieron convencer a Lázaro. Diez minutos después, se dirigen a Dirty Franks bromeando y riendo. Al pasar un coche cerca de ellos Jeremías se le pone delante y le grita 'You've got the money, I've got the honey, baby'. Todos estallan a reír, casi dejándose caer al suelo. Son felices; son amigos. Más aún, son una familia. La familia 1104.
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