Día 46
Cada día de la semana tiene su personalidad propia, su idiosincrasia; y esta es distinta según cada persona. A unos les gusta más el sábado, a otros el domingo. Habrá frikis del trabajo a los que les ponga el lunes y les entristezca el viernes. Pero yo creo que se puede establecer un denominador común sobre lo que cada día de la semana representa para la mayoría. Yo voy a contar un poco lo que cada día es para mí.
Un lunes no tiene por qué ser un mal día. Está uno descansado del fin de semana, o no, pero normalmente ha dado tiempo a recargar las pilas mentales, si no las físicas. Cuando se tiene hijos pequeños, ya se sabe que los fines de semana pueden ser un poco difíciles y hay gente que respira cuando llega el lunes. Nunca fue mi caso. Aun con hijas pequeñas en casa, siempre antepuse la vida familiar a la vida laboral. En cualquier caso, los lunes nunca han sido demasiado traumáticos para mí.
Al llegar el martes, ya tiene uno idea de por dónde va a ir la semana. Si el lunes fue bueno, normalmente el martes seguirá su estela. Si la semana empezó mal, el martes normalmente ahonda en ello. En martes, ni te cases ni te embarques, reza el dicho popular. Como nunca he sido demasiado supersticioso, no sabría decir si me he casado o me he embarcado algún martes, pero tampoco tengo un sentimiento demasiado negativo hacia este día de la semana.
Resulta, tal vez, el miércoles el día más duro. Las horas de cansancio acumuladas los dos días precedentes ya van haciendo mella. Se levanta uno con una sensación de que ni chicha ni limoná. Ya se está cansado y todavía queda mucha tela que cortar. Es verdad, sin embargo, que al acabar el día ya va empezando uno a ver la luz al final del túnel. Una cosa que he tenido siempre muy clara es que al final de un miércoles normalmente puedo afirmar con rotundidad si la semana está siendo mala, buena o regular.
El jueves ya respira uno mejor. Yo, los jueves, me levanto con mucha facilidad. Hay algo sobre el jueves que me gusta mucho, y no sabría bien decir que es. Y no es por aquello del juernes, porque yo no soy muy de salir por las noches. Tampoco soy un fan especial de Júpiter, a quién está dedicado este día. De hecho, me gusta igual se llame jueves, Thursday, jeudi o donnerstag. Es inevitable, en cualquier caso, ver al jueves como pregonero del fin de semana
No se me malentienda si digo que no me gusta tanto el viernes como el jueves. Me gusta, claro, me gusta muchísimo. Pero parece que hay casi como una obligación de que a uno le guste el viernes, y eso hace que me resulte menos atractivo que el día precedente, cuyas virtudes ya he ensalzado. En cualquier caso, en mis años mozos me gustaba mucho salir la noche del viernes, casi más que la del sábado, porque sabes que el día siguiente no es el último del fin de semana.
También me gusta mucho, por supuesto, el sábado. Los sábados me traen recuerdos de ir a la sierra, cuando era niño, a pasar el fin de semana. Me gusta mucho más el día del sábado que la noche del sábado, por lo que he dicho antes. La noche del sábado ya es el comienzo del fin. Sin embargo, el día del sábado, para mí, siempre ha sido el mejor día de la semana. Te sientes en medio del fin de semana, ni al principio ni al final. Es como estar entre algodones. Y, cuando uno es futbolero, si el sábado por la noche hay partido la tele, ya ni te cuento. Qué bonito juntarse un sábado con los amigos a ver un partido de fútbol.
El domingo es el crepúsculo del fin de semana. Las mañanas del domingo puede ser muy bonitas, sin embargo. En el centro de España, además, no sé por qué, siempre he tenido yo la sensación de que los domingos por la mañana tienden a ser soleados. Y, si pienso en cualquier otro lugar en que haya estado en domingo, me parece como si también fuera lo mismo, con una tendencia al tiempo soleado. Luego, la tarde ya es más difícil; le empezamos a ver las orejas al lobo, el comienzo de la semana siguiente.
No hay que olvidarse tampoco de los días entre semana cuando son festivos. Tienen su propia personalidad. Siempre me han parecido un poco como una metáfora, pues conservan un poco de su significado original, al que se le añade un nuevo significado. Es decir, sabemos que es un día de entresemana, pero no se puede negar su carácter festivo. Por supuesto, si cae en viernes o lunes, mucho mejor. Ahí ya ni metáfora ni nada. Lo que tenemos es un señor fin de semana, cortesía del día festivo adicional.
Así que, como hemos visto, cada día tiene su carácter muy definido. Por eso es muy importante intentar que eso siga siendo así cuando se encuentra uno en una época de confinamiento, como en la que estamos. Lo peor que nos puede pasar es que cada día se parezca al anterior, y al siguiente. Los días pierden entonces su personalidad, y la vida se vuelve monótona, insulsa; se pierde la ilusión de que llegue un nuevo día.
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