Día 36
Cada noche era lo mismo: Bares de copas, discotecas, gente que se me acercaba y quería hacerse fotos conmigo. Otros más famosos que yo, a los que yo me acercaba para hacerme fotos con ellos. mucho alcohol, bastante sexo, y, de vez en cuando, algo de drogas; pero poco. Yo siempre he sabido mantenerme en el lado seguro de la raya. La vida que corresponde a lo que yo soy: una conocida Influencer.
Una noche seguía a otra noche. El día no existía, al menos socialmente. El día lo pasaba en mi casa, recuperándome de la resaca de la noche anterior, echando a quien se me hubiera colado en el dormitorio, y, sobre todo, posteando en las redes sociales. Lo más importante de mi vida diaria siempre han sido mis publicaciones y contar los likes que me daban. Las noches, las dedicaba a trabajarme esos likes.
A mí siempre me ha gustado esta vida, sentirme querida por mis followers, que nunca se olvidaban de mí y me lanzaban un piropo tras otro en los comentarios que escribían a mis posts. Cuando la vida nocturna se vio amenazada por la cuarentena que anunciaban, yo al principio me lo tomé a broma. Seguro que en un país como España no se podía tener a la gente en casa. Pero un 14 de marzo pude salir por la noche por última vez.
Recuperar horas de sueño fue el primer objetivo que me marqué para las dos semanas que íbamos a estar encerrados. Algunas discotecas que habían mantenido su actividad clandestinamente me llamaban para que acudiera a sus fiestas privadas, pero yo no quería correr riesgos. Una Influencer tiene que dar buen ejemplo. así que me quedé en mi casita, organizando sesiones por videoconferencia en vivo con algunos de mis followers al final del día, y acostándome pronto.
En un principio, las sesiones por videoconferencia con mis seguidores fueron muy bien, y mi actividad en redes sociales seguía recibiendo el mismo tipo de respuestas que anteriormente. Todo el mundo estaba en su casa, aburrido, y necesitaba distraerse con este tipo de cosas. Pero, a los pocos días, la actividad empezó a decaer alarmantemente, coincidiendo, además, con el anuncio de que la cuarentena se prolongaría otras dos semanas.
No desaparecieron de repente los likes; seguía recibiéndolos, pero ya no venían acompañados de mensajes, como anteriormente. Parecía como si la gente me estuviera dando likes de manera automática. No podía realmente creer que se hubieran olvidado de mí en tan poco tiempo, pero el caso es que yo empecé a sentirme sola, lo que me llevo a tratar de contactar con algunos de mis familiares y amigos con los que hacía tiempo que no hablaba debido a la intensa actividad que había tenido y que no me había dejado tiempo para ellos.
'Tanto tiempo sin hablar', era la frase que más escuchaba cuando llamaba. Parecían alegrarse de escucharme, pero tampoco se emocionaban demasiado. Algunos, incluso, parecían guardarme algo de rencor por haberme olvidado de ellos a causa de mi fama, aunque me dijeran, yo creo que con la boca chica, que estaban muy orgullosos de ver lo bien que me iba.
Empecé a montarme mis propias fiestas en casa conmigo misma, para alegrarme, y para demostrar a todo el mundo que mi vida seguía siendo maravillosa. Colgué un montón de fotos mías con bebidas en la mano, maquillada, vestida como para salir, vídeos en los que aparecía bailando, etcétera. Nadie podría resistirse a comentar sobre ello. O al menos eso pensaba yo. La realidad fue muy distinta.
No había contado yo con el efecto negativo que el beber a solas iba a acarrearme. En vez de ayudarme a sentirme mejor, el consumo de alcohol empezó a sumirme en una profunda depresión. Y lo peor era que, si no bebía, estaba aún más deprimida. Así que mi única solución era seguir bebiendo para encontrarme ‘sólo’ un poco deprimida. Deprimida porque, definitivamente, todos mis seguidores se habían olvidado de mí. Ya, ni comentarios, ni casi siquiera likes.
A la vista de que toda mi vida ha sido un engaño, todos mis amigos inexistentes, y que todo lo que he hecho no ha servido para nada, no he podido evitar abrir lentamente la puerta del baño, entrar en él arrastrando los pies, tumbarme en la bañera, abrir el grifo del agua caliente, y rasgar mis venas de arriba abajo, o sea de verdad, con la cuchilla de afeitar que guardaba en el armario del baño. La sangre sigue fluyendo libremente por mis brazos en este, mi último vídeo en vivo.
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