Día 33

¿Crees que tus padres se quieren mucho? pregunta Carlos a Amanda, sentados los dos bajo un árbol mientras sus padres tapean distendidamente en la terraza de un bar campestreYo creo que se quieren normal, responde Amanda. Todos los padres se quiere¿no? No sé, responde Carlos, mis papás se pelean mucho. 
Un pájaro se acerca a dónde están los dos amiguitos. Carlos le tira una ramita que ha encontrado junto a él y el pájaro sale volando. ‘Le has asustado, dice Amanda. Yo no quería asustarlo, solo quería que cogiera la rama, a ver si nos la traíaQué tonto eres, solo los perros traen cosas que tiras. Pues a mí un día un pájaro me trajo una miga de pan. Jo qué suerte, cómo mola. 
Ambos tienen 5 años, casi 6, y comparten clase eel último año del segundo ciclo de educación infantil, en un colegio público de su barrio. A base de coincidir al recogerlos del colegio, sus padres se han hecho amigos. Hoy, como otras veces, han salido a tomar algo. A Amanda y a Carlos siempre les gusta, después de tomarse unas croquetas, alejarse de sus padres y hablar de sus cosas. No os vayáis lejos, les dicen siempre. Y ellos, obedientes, buscan un lugar cercano para sus conversaciones de niños. 
Regálame esa pulsera, dice Carlos. No, estes mi pulsera favorita. Además, los niños no llevan pulsera. Las pulseras son de chicaPues mi amigo Andrés lleva muchas pulseras, y no es una chica. Son bonitas... ¿Entonces no me das la pulsera? continúa Carlos. ‘No, responde Andrea, esta es mi pulsera. Dile a tu mamá que te compre una pulsera. Yo no te doy mi pulsera. 
Este árbol es muy grande, dice Amanda, cambiando de tema, ¿tú crees que viven muchos bichos en él? Mamá siempre me dice que tenga cuidado con las arrugas‘¿Con las arrugas? Pregunta Carlos. confundidoSí, esos bichos que viven en árboles y te pican si te tocan. Son como gusanos con pelos. A mí me dan mucho miedo, pero creo que este árbol no tiene arrugas, porque es muy bonito. 
No me gusta mucho este bar, dice Amanda. ‘¿Te acuerdas del bar del otro día? ‘¿Cuál?’, pregunta Carlos. ‘El otro día, el bar cuando fuimos a la montaña. En ese pueblo tan bonito. que estaban muy ricas las croquetas. Y luego dimos un paseo por el pueblo con nuestros padres. ¿Te acuerdas? Ah, sí, dice Carlos. Ese bar sí era bonito’, continúa Amanda, ‘¡y qué ricas las croquetas!’. 
¿Tú crees que tienen croquetas en todos los bares? pregunta Carlos. No sé, contesta Amanda. Yo creo que sí. Si no tiene croquetas, no es un bar, ¿no? También me gusta cuando tienen hamburguesas. Mi mamá hace hamburguesas en casa también ¿Tu mamá hace hamburguesas? ‘No, nunca’, contesta Carlos. ‘Papá siempre dice que mamá no sabe cocinar, y ella se enfada, y no se hablan. A veces mi padre y yo vamos al Burger King, pero son muy grandes. Un día, me dolía la tripa. 
‘¿Es verdad que tu mamá no sabe cocinar? pregunta Amanda incrédula. ‘Mi mamá cocina muy bien, y papá la ayuda ¿Tu padre no ayuda a tu madre? No, insiste Carlos. Mi padre nunca ayuda a mi madre. Como siempre están enfadados.’ ‘¿Y por qué están enfadados siempre? Dice Amanda, sorprendida. No sé, siempre es así. Es un poco aburrido; solo es divertido cuando quedamos con tus padres y contigo. Yo en casa me aburro. Bueno, menos cuando veo la televisión. 
‘¿No juegas nunca con tus padres en casa? pregunta Amanda. ‘Yo juego mucho. Me gusta mucho hacer casas con mi padre. Él hace unas piscinas muy bonitas siempre en el jardín de sus casas. Y yo le copio. Un día hicimos una casa juntos, muy grande. Me dijo que un día tendríamos una casa así. Cuando tenga esa casa, ¿quieres venir a verme? Claro, dice Carlos. 
‘¿A que no me pillas, cara de tortilla? dice Amanda levantándose de repente y corriendo. Carlos la sigue, intenta atraparla. Ella es más rápida, pero se cansa enseguida, y Carlos la alcanza y la sujeta de la manga del abrigo. Los dos ruedan por el suelo, riéndose. ‘¡Carlos, Amanda, no os vayáis tan lejos! ¡Volved aquí cerca!’ Y ellos vuelven, dándose la mano, riendo. Son amigos.

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