Día 32
Cisgénero, era cisgénero. Toda una vida queriendo ser diferente del resto, y ahora se daba cuenta de que era igual que la inmensa mayoría. Lo acababa de leer en una revista. Casi toda la población era cisgénero. Solo aquellos cuya identidad de género no se correspondía con el sexo que se les asignó al nacer eran distintos del resto. Se trataba de los transgéneros. Eso era un palo para sus aspiraciones vitales. Siempre quiso diferenciarse de las masas, y esto la convertía en una más.
Úbeda la había visto nacer, hacía ya veinticinco años. Veinticinco años viviendo en una localidad que no estaba preparada para recibir a alguien como ella. Efectivamente, Úbeda era demasiado provinciana, demasiado chapada a la antigua, con su gran convento de Santa Clara, donde sus padres habían querido internarla cuando empezaron a ver que la niña era ‘rarita’. Visitación, la habían bautizado, y ella llevaba ese nombre a mucha honra, aunque solamente fuera porque la hacía distinta del resto. Se negaba a que la llamaran Visi, como a otras mujeres de su nombre. No, Visi era demasiado vulgar; ella tenía que ser distinta. Ella era Visitación.
A los 13 años se dio cuenta de que no le gustaban los chicos. Bueno, en realidad no es que no le gustaran. simplemente, le gustaban más las chicas. Tuvo algún que otro escarceo con muchachos de su vecindario, pero el día que tuvo su primera experiencia con alguien de su propio sexo, la cosa fue muy diferente, mucho más satisfactoria. Visitación era lesbiana, Y a mucha honra, aunque les doliera a sus padres, tan tradicionales y religiosos ellos. Tendrían que adaptarse a los nuevos tiempos; no podían seguir anclados en el pasado.
Renegaba de Úbeda con frecuencia, pero seguía viviendo allí, a sus veinticinco años. Eso sí, se había buscado su propio pisito, que se pagaba trabajando de camarera en uno de los pocos bares de ambiente de la zona. No tenía pareja fija. Eso de las relaciones estables no era para ella. eso era para los demás. Pero ella era diferente; apreciaba su libertad y no la iba a sacrificar por nadie. Lo de vivir en Úbeda tenía, por lo menos, una motivación adicional. El ser lesbiana en una gran ciudad no era tan interesante. pero en una pequeña localidad, con la mentalidad de los ubetenses, eso la hacía sentirse distinta, como a ella le gustaba.
En cuanto sus padres se enteraron de que era lesbiana, hicieron todo lo posible por meterla en el convento. ‘Sí, será monja la niña; eso la apartará de la senda equivocada’. Además, ¿no se llamaba Visitación? era un nombre perfecto para una monja, como Visi, la tía abuela de la niña, una de las monjas más antiguas de Úbeda. Pero, claro, ella no quiso saber nada de eso. En cuanto sus padres se pusieron más pesados de la cuenta, cogió el petate y se largó. Tenía dieciséis años, y estaba a punto de terminar el instituto. Un año más trabajando y estudiando, y ya podría dedicarse solamente a trabajar. Pero eso sí, los estudios había que terminar los. Nunca se sabía que podía pasar en el futuro.
Nada más independizarse, empezó a tener nuevas experiencias. Lo de ser lesbiana estaba bien, más en un sitio como aquel. Pero empezaba ya a estar cansada de los movimientos de gais y lesbianas. Estaba bien hacerse valer ante el resto de la sociedad, pero esa notoriedad que estaban adquiriendo le hacía a Visitación sentirse como una más. Ella quería ser más distinta. Por eso, comenzó a quedar con chicos de vez en cuando, también. No le gustaban tanto como las mujeres, pero el combinarlos, a veces un chico, a veces una chica, le producía un placer especial. Se sentía más completa. Efectivamente, le gustaba más considerarse bisexual que simplemente lesbiana; lo bisexual sí que era diferenciador
Tampoco era para escandalizarse demasiado. La civilización había tenido muchos momentos en quie lo bisexual estaba bien visto. ¿No era bisexual la sociedad en la Grecia clásica? Ahí probablemente le habría hecho menos gracia serlo, si ya lo era todo el mundo. A ella, lo que más le gustaba de ser bi, era el hecho de ser de las poquísimas personas que conocía con esa condición, al menos a su alrededor. Sí, le encantaba no ser una más del montón.
En los últimos tiempos, incluso se había animado con chicos y chicas a la vez. No era su rollo, la verdad. Demasiada gente en una cama. Y, además, lo de los tríos tampoco era una cosa tan especial. Mucha gente lo hacía, o al menos soñaba con hacerlo. Así que tampoco iba a explorar demasiado esa vía. Si surgía, surgía, y ya está. Visitación decididamente prefería una persona a la vez. Y, si era un chico, y después una chica, y después otro chico y después otra chica... pues mejor. Todo por sentirse distinta, especial.
No le gustó nada, por lo tanto, descubrir que su condición de cisgénero atentaba contra sus deseos egregios. Ella nació chica, era chica y se sentía chica, aunque le gustaran las mujeres, Pero ser cisgénero no molaba. No molaba nada. Atentaba contra su esencia más natural. Ser transgénero se convirtió en su obsesión. Pero, claro, para ser transgénero tendría que operarse. ¿o no?¿necesitaba operarse para identificarse con el sexo masculino? Peor aún: ¿podría sentirse masculina si se operaba y se convertía en un hombre? Podría, eso sí, disfrutar del sexo con las mujeres de una manera distinta. Eso podría hacerle sentirse hombre. Pero claro, también le gustaban los hombres, lo que complicaba todo...
Al final se dijo que de perdidos al río. Si no se operaba, iba a ser imposible descubrir si era capaz de sentirse como un hombre. condición indispensable para poder ser transgénero. Era una decisión peligrosa, por todo lo que implicaba. Pero, pensándolo bien, el operarse para cambiarse de sexo, simplemente por la posibilidad de ser transgénero, ¿no la convertiría ya en alguien completamente distinto del resto? Sí, estaba convencida de que así sería. Nadie podía detenerla; la operación era inevitable. Todo por no ser cisgénero; qué vulgaridad.
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