Día 28

Cuarta semana de cuarentena cumplida. Tiempo de dar parte. La salud sigue intacta, afortunadamente. Nadie a mi alrededor parece haber sido infectado por el virus, aunque, bueno, ya se sabe que la mayoría de nosotros estaremos probablemente infectados, aunque de manera asintomática. Como hago pocas salidas, una o dos a la semana a comprar lo básico aquí en el pueblo, el riesgo de infección es mínimo. Siempre llevo mi frasquito de desinfectante en el bolsillo y me lavo las manos en cuanto salgo de la tienda. 
Uno de los aspectos que más pueden preocupar ante un confinamiento de esta longitud es el mantenerse en forma. Creo que lo estoy consiguiendo. Al no poder salir a correr, todos los días hago mi tabla de gimnasia y corro 3000 pasos por el jardín de casa. Es un jardín pequeño, así que acabo un poco mareado, pero menos es nada. Son unos 15 o 20 minutos de carrera con los cascos puestos, escuchando las noticias. 
Así que creo que no he cogido mucho peso. Algo sí. Es inevitable comer más, al estar todo el día en casa, y no siempre comer bien. Todos los días caen algunas galletitas, o algunos chocolates, o todo junto. Los frutos secos también se han convertido en una parte importante de la dieta, sobre todo cuando tomamos unas cervezas a unos vinos. Me mantengo, pues, pero sin demasiados alardes. Creo que puedo aguantar otro mes más así. 
Recomiendan los médicos no solo hacer deporte sino también cuidar la alimentación. Dicen que hay que evitar beber en demasía, pues no solamente se podrían desarrollar adicciones que antes no existían, sino que también se castiga el cuerpo, y se convierte uno en presa más fácil del coronavirus. Bueno, creo que en realidad lo que quieren decir es que, si empezaras a desarrollar síntomas de la enfermedad, sería más fácil que estos se agravaran. 
Entre los aspectos más importantes que cuidar durante un periodo de confinamiento prolongado como este, se encuentra el plano afectivo. La falta de contacto con el exterior puede producir una sensación de aislamiento que a su vez conduzca a la depresión. En este sentido, es fundamental mantenerse activo. Yo, para ello, mantengo una rutina bastante estricta, obligándome a levantarme pronto para trabajar, hacer mi deporte, y escribir mis historias de cuarentena. Como resultado de todo esto, me acuesto cansado y duermo de maravilla. 
No se puede negar, en cualquier caso, que una cuarentena en nuestros tiempos es más fácil de llevar de lo que hubiera sido hace unas décadas. La oferta televisiva a la carta es abrumadora y puede uno matar varias horas viendo programas y películas que realmente apetezcan. Además, las redes sociales nos permiten mantener el contacto con nuestros seres queridos. Cierto es que, a veces, caemos en el riesgo de abusar de todo esto. 
Tengo que admitir que soy un privilegiado, pues no soy de las personas que en principio vean peligrar su puesto de trabajo por culpa de la cuarentena. Al contrario, como docente y con obligaciones de gestión, tengo una carga de trabajo bastante importante, preparando la adaptación de mis clases al formato a distancia, impartiendo dichas clases, y continuando con mis labores de gestión. Todo esto también ayuda a darle un aire de normalidad a mi vida. 
Entre las cosas que peor llevo, está el salir a hacer la compra. Como ya he dicho, intento hacerlo un máximo de dos veces por semana. Es inevitable sentirse un poco culpable cuando sale uno a la calle. Además, no me gusta nada la sensación de la mascarilla, la cual uso desde que se ha recomendado. Los guantes, de momento los evito, pues no puedo usar el teléfono con ellos puestos y necesito encenderlo para poder pagar mis compras. 
No me gusta tampoco el hecho de que, al tener que guardar la distancia mínima entre unos y otros, la entrada en las tiendas se hace de manera restringida. Esto hace que se creen interminables colas para acceder al interior. En más de una ocasión, me he dado la vuelta. Esto es tal vez lo que más me estresa de toda esta situación de confinamiento. Algo tan banal y cotidiano como era ir a comprar algo se ha convertido, para mí por lo menos, en una actividad bastante ingrata. 
Así que puedo concluir diciendo aquello de sin novedad en el frente’, viendo el mundo pasar a mi alrededor, como quien contempla una película. Una película de miedo, eso sí. Pero de momento, desde el confinamiento en un rincón de la Comunidad de Madrid, resulta difícil calibrar realmente la dureza de la situación. Me despido por hoy, un día más viejo y cruzando los dedos. Va por usted.

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