Día 4

Cuando leo me transporto a otro mundo. Por eso me gusta leer, por eso me gusta abstraerme de mi alrededor, de la realidad, y encerrarme en esa otra realidad que me ofrecen las páginas de un libro. Me encanta la ficción. Sentirme parte de la misma y simpatizar o enemistarme con los personajes. La lectura no es una cosa que me venga de antiguo. Ha sido en los últimos años. Sobre todo, desde el accidente, cuando tuve que pasarme varios meses postrada en una cama. 
Una vez me tiré una semana entera leyendo sin parar. No comía, casi no bebía ni dormía. ¿Por qué lo hacía? no lo sé. Probablemente me estaba intentando demostrar algo a mí misma. Y es que desde el accidente no he vuelto a ser la misma. Hago cosas raras, que intentó ocultar a los demás para que no cuestionen mi forma de comportarme. Nada malo, rarezas, cosas que atentan casi más contra mí qué contra nadie a mi alrededor; yo no sería capaz de hacerle daño a nadie.  
A veces me pregunto si no me estaré engañando a mí misma con la lectura. Si no la estaré usando para evadirme de mi triste realidad. Ojo, no es que yo crea que mi realidad sea triste. Pero, cómo explicar si no este deseo de sumergirme en las hojas de un libro y olvidarme por completo de todo lo que me rodea. Los hábitos lectores lo encontrarán muchos como algo normal. Incluso en mi familia les parece hasta gracioso que tenga esta obsesión. Cualquier cosa, desde luego, que me haga olvidarme de aquel fatídico accidente.  
Recordando, sé que cuando era más pequeña tuve esta inclinación hacia la lectura compulsiva. Se secó de repente, sin embargo, coincidiendo con los primeros amores, bueno, mejor dicho, con los primeros desengaños. Tendría, cuántos, 13 años; sí, 13 años tenía cuando tuve mi primer desamor. Y ya no pude volver a coger un libro por placer en muchos años, demasiados. Hasta los 23 o 24, creo yo. Y si no hubiera sido por el accidente, probablemente seguiría sin leer. 
Es que mi vida ha estado marcada por los accidentes; cuando no han sido emocionales, lo fueron reales. Quiero decir, físicos. Bendita lectura. Si no fuera por ella creo que yo ya no estaría aquí. Me habría vuelto loca, o quién sabe si no hubiera intentado alguna locura. Pero no, yo nunca le había hecho eso a mi pobre familia. Yo los adoro, son todo lo que tengo. Aunque a veces los ignore, como ignoramos todo aquello que damos por hecho. No deberíamos; luego nos arrepentimos de nuestra pasividad hacia los seres queridos. Pero supongo que nos viene de serie, o al menos a muchos de nosotros. 
No puedo evitar pensar que, si tuviera que decir a quién quiero más, a los libros o a mi familia y amigos, estaría en un aprieto. Lo cual, por cierto, dice mucho a favor tanto de mi familia como de mis amigos. Porque creo que es imposible sentir más pasión por los libros de la que yo siento. No sé si se podría incluso considerar obsesión. El caso es que aquí estoy, con un libro entre mis manos, por supuesto. No es de los que más me han gustado, por cierto. Pero eso sí, cuando empiezo un libro no puedo dejarlo a medias. Sería como matarlo; y a un ser querido, no se lo mata.  
Tengo la mala costumbre, creo yo que es mala, de escoger un libro muchas veces simplemente por su exterior, porque me gusta, aunque por el título sepa perfectamente que estoy condenada a sufrir o a, por lo menos, aburrirme. Y es que no puedo evitarlo, me gustan los libros como objetos, incluso como decoración. Qué bonita, qué acogedora es una habitación forrada con libros. Me encanta cuando alguien sale en la televisión hablando desde su casa, con el fondo de la pantalla mostrando los libros de su biblioteca. No puedo evitar transportarme a ese espacio, imaginarme cómo será esa casa, incluso imaginarme cenando con esa persona y hablando de libros, y de las historias que éstos esconden. 
El caso, decía, es que aquí estoy con un libro entre mis manos. bueno, mejor dicho, en mi regazo, porque no se puede estar escribiendo con un libro en las manos. ¿O sí se puede? tal vez debería intentarlo. Pero claro, ya dicen que no se puede comer la tarta y seguir teniéndola al mismo tiempo. Bueno, eso dicen los angloparlantes, por lo menos. Yo ahora mismo no sabría decir si hay un equivalente en español para esta expresión. Al final, tanto leer y no me sirve para nada. Pero no, fuera los pensamientos negativos. Ya me acordaré de cómo se dice en español. 
Nada más terminar con mi escritura, me volveré a sumergir en mi libro. Ya digo que no me está entusiasmando, pero como libro que es, lo adoro; y por eso deseo darle el beneficio de la duda. Puede que solo sea una cosa, una mínima cosa, pero seguro que algo me aporta. Probablemente nunca sea consciente de lo que me aporta, a diferencia de cuando, por ejemplo, te aprendes una palabra en un diccionario. Ahí sí que eres consciente de lo que estas ganando. Pero, aunque no tengas esa conciencia, un libro, hasta el más aburrido, siempre te aporta. Te hace mejor persona. Y yo quiero ser mejor persona.  
A ver, que no se crea nadie que yo soy una persona horrible. Pero todos tenemos derecho a querer mejorar, ¿verdad? y yo, si no es a través de un libro, sé que no lo conseguiré. Tengo demasiados defectos, y sólo los libros consiguen ayudarme a pulirlos. Sí, estoy deseando terminar estas líneas, y sumergirme entre las amorosas páginas de este aburrido libro. Y no pensar en mis accidentes.

Comments

Popular posts from this blog

Séptima y última de desescalada

Primera historia de desescalada

Sexta historia de desescalada