Día 2
Curiosa sensación la del agua fría sobre su vientre, pensó Cintia. Pensaba que el agua estaría más templada, más cálida. En cualquier caso, no pensaba que fuera a tener esa sensación de frío apagando un fuego. No sabía muy bien de dónde salía ese fuego. Y estaba serena, normal. Pero todo eso era sorprendente.
Un chico cualquiera la había invitado a ir al lago. Se habían conocido en un bar de carretera. Tomando unas hamburguesas y unas patatas fritas. Coincidieron mientras pedían su comida y decidieron que podían comer juntos, al fin y al cabo, estaban solos los dos. Fue todo un poco extraño, pero parecía como si no pudiera ser de otra manera. Se sentaron y empezaron a hablar mientras comían.
Ambos se sintieron inmediatamente cómodos el uno con el otro. Hablaron de esto y de aquello, del pasado del presente, como dos viejos amigos, aunque no se conocían de nada. ¿de nada? Parecía imposible, era como si hubieran estado predestinados a conocerse; el caso es que ella no terminaba de fiarse de él ¿Sería uno de esos embaucadores que no querían más que echarle uno rápido y si te he visto no me acuerdo?
Realmente no es que ella tampoco pudiera decir que era ninguna mosquita muerta. Pero tampoco le gustaba que hicieran con ella lo que les viniera en gana. Si un tío le gustaba, no tenía ningún reparo en acostarse con él el mismo día en que lo conociera; pero esto era diferente, no era un amor a primera vista, era una sensación de haberse encontrado a sí misma reencarnada en el sexo opuesto. Era un descubrir algo totalmente distinto, algo que ni siquiera sabía que pudiera existir.
Era tan mágico el momento que lo que sentía flotar no eran sensaciones físicas, eran sensaciones etéreas, espirituales, indescriptibles. Se miraban a los ojos y se decían todo, se decían ‘te he buscado toda mi vida, dónde estabas, por fin nos hemos encontrado’.
Nadando en las turbulencias de esa felicidad repentina e inesperada, Cintia se preguntó de repente qué hacer a continuación. Ya habían terminado la comida. Habían tomado un postre, y se habían bebido un par de cervezas, es decir una cerveza de más, por lo menos por lo que a ella respectaba ¿Sería el momento de decir encantada de haberte conocido y no volverse a ver nunca más? Ni escribirse, ni llamarse. Pero eso no era lo que ella quería; no sabía exactamente qué quería, pero quería estar con él.
Tan anonadada estaba que no supo muy bien cómo terminó en aquel lago, cómo salió del restaurante, si fueron en coche, si fueron en autobús, simplemente se encontró allí en ese lago. El agua, no realmente fría, pero si inesperadamente destemplada ¿O solo una persona puede estar destemplada? Fuera como fuere, sensación extraña, como había sido extraño todo el día hasta ese momento.
En ese lago, nadando, mejor dicho, flotando. Y él, observándola desde la orilla del lago. ¿Por qué no había entrado con ella nadar? Aunque sí, si había entrado, tenía todo el cuerpo mojado; había estado con ella dentro del lago. Pero ¿en qué momento había salido? ¿Y por qué no había salido ella con él? ¿Habían hecho el amor? ¿Por qué no se acordaba de nada?
No podía ser. No podía ser. Ella nunca se había dejado llevar de esa manera. Y esa sensación de destemplanza en el vientre. Todo el día había sido perfecto. Excepto esa sensación, que estaba empezando a estropearle el momento. Sí, había llegado el fin del chapuzón. Y él la estaba esperando fuera del lago.
A veces se había preguntado cómo sería vivir un momento totalmente distinto a lo que ella estaba acostumbrada. Bien, pues ese momento había llegado, ese día lo estaba viviendo. Y ella se disponía a salir del lago, porque no le gustaba esa sensación de agua fría, destemplada, sobre su vientre. Y él estaba ahí fuera, esperándola, mojado, desconocido, fuera del lago.
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